jueves, 29 de abril de 2010

Atacando la cabeza la cola responde.

Está cercano el fin de este mes y, haciendo valoración de la práctica y lo transcurrido durante ella, continúo creyendo que el resultado es positivo.

He dedicado el grueso de las sesiones al trabajo de Ippon Kumite, que he desarrollado a partir del Hojo Undou, para evolucionar en la práctica del Kyu Kumite.

Explicaba el otro día en la clase que las técnicas del Kyu Kumite no deben entenderse como aisladas, y que el orden prefijado que mantienen no es debido meramente al azar.

Si hay algo que he aprendido de la práctica del estilo Uechi es que todo tiene un porqué. De este modo, se debe evolucionar en la práctica para abandonar la ejecución mecánica y robotizada, por lo que debemos transcender en la práctica del Kyu Kumite, y tratar de entender la esencia y la estrategia de combate que trataban de mantener los pioneros al elegir estas técnicas y no otras, y en este orden, en el momento de crear este combate preestablecido.

Hay factores determinantes en el enfrentamiento real que se obvian fácilmente en la práctica controlada. La distancia efectiva, el momento oportuno, o adherirse a los movimientos del adversario y fluir con él, aún cuando nuestras manos no han contactado, son elementos importantísimos que varían de un practicante a otro, de su potencial y destreza, y que son realmente decisivos para decantar la balanza a un lado o a otro.

Con un determinado dominio el combate no ha de transcurrir como desea el contrario, si no como nosotros le marcamos, todo se prepara como una partida de ajedrez donde él entra en la trampa sin saberlo.

La dirección hacia donde nos movemos, las técnicas que usamos, el sentido en que dirigimos éstas, y la capacidad de sentir el potencial del rival, han de servir para atraparlo como si de una tela de araña invisible se tratara. En mi opinión no hay nada casual, tampoco en Kyu Kumite.

En una entrada pasada hacía referencia a Ch’ang Nai-chou, y comentaba que me gustaría dedicar una entrada a los diez errores más comunes en el combate que propugnaba. Como dije, su estilo no era el de Uechi, pero hay puntos en común que merece la pena tener en consideración, al menos en lo estrictamente estratégico. Cierto es también, que en los errores menciona lo que pudo ser un Kamae propio de su sistema y que todo hay que leerlo sabiendo buscar entre líneas.

Como anécdota, antes de empezar, me gustaría citar su indicación contraria a otros sistemas que le fueron contemporáneos de “abrir el pecho y cerrar la espalda”.

Y ahora, los diez errores que dan como resultado el fracaso en combate:

1- La incapacidad para concentrar el Chi antes de combatir, estar vacío internamente y emitir Chi sin rapidez o ferocidad.

2- No colocar las manos debajo del pecho para proteger la parte superior e inferior contra los ataques.

3- Adoptar una postura antes de entablar un combate con el adversario, lo que solo sirve para poner al descubierto nuestras debilidades.

4- Avanzar con una postura evasiva y no atreverse a seguir recto. Esto sacrifica lo cercano buscando lo lejano, y nos acarrea un esfuerzo innecesario.

5- Avanzar de costado, con posturas cambiantes, imprecisión y falta de elegancia.

6- Hacer contacto solo con las manos y muñecas, no sabiendo como acercarse al adversario.

7- No seguir de cerca después de lanzar el primer golpe.

8- Mantener la mano apretada y todavía no golpear.

9- Atacar con decisión solo después de tres o cuatro tentativas.

10- Cambiar de posición y no adherirse.

Ch'ang continúa el capítulo añadiendo explicaciones a los errores, así como al modo de dirigir el combate y los movimientos del contrario que recuerdan a un marionetista.

Creo que es importantísimo estudiar los aspectos estratégicos dentro de la forma y no limitarse al contenido técnico. Saber adaptarse al cambio es fundamental, y esto también hay que entrenarlo.


En la imagen superior: práctica de aplicaciones en la reunión estival del pasado año