Hoy he vuelto a pasar la tarde en el China Town, concretamente en la parte de calle Pelayo. Vaya cuantas veces sea, siempre acabo recordando la visita a Kobe en el último Gassyuku de Japón, aunque allí parece estar pensado para las visitas y venta al público de sus productos, y aquí todavía conserva el encanto de las películas que me gustaba ver de niño, sintiendo, nada más girar en calle Xátiva para adentrarse en la zona, que uno ha viajado en el espacio y el tiempo.
Esta vez, aunque también me acompañaba Jinhai, no hemos ido a deleitarnos con la exquisita gastronomía de Fujien en el “Min Dou”, si no para recibir un excelente masaje Tuina en la trastienda de un local cercano.
A estas alturas de “la pretemporada” mi cuerpo empezaba a pedírmelo y, aunque en algunos momentos hubiera preferido un Kote Gitae con Mokujin, he salido nuevo. Las manos de la terapeuta, y los ungüentos de hierbas que me ha aplicado poco antes de finalizar, me han dejado perfectamente preparado para continuar con las arduas sesiones de preparación de este mes.
Pienso sinceramente que en el entrenamiento, como en la vida, uno debe buscar el camino medio, y suelo poner, cuando hablo de ello, el conocido ejemplo del arco: si lo tensamos hasta su punto máximo terminaremos por romper la cuerda, y si por el contrario carece de la tensión necesaria no podremos darle utilidad.
Mañana, como cada día, acudiré temprano al parque. Alternando plenitud y vacío, tensión y relajación, tratando de hacer funcional mi arco.