viernes, 18 de septiembre de 2009

Ayuno

Desde hace aproximadamente una década, practico una o dos veces al año un pequeño ayuno de dos días en los que no ingiero más alimento que el agua.

Ahora, y aprovechando el cambio de estación al otoño, considero que es el momento propicio para esta práctica, que llevo a cabo siempre en estas fechas y en primavera, por lo que el domingo, bien entrada la tarde, dejaré de consumir alimentos hasta la tarde del martes.

Estos ayunos, que inicié y mantengo desde la práctica en los Shyochugeiko de la Asociación Goju-ryu Karate-do en España, dirigidos por el Maestro Yosuke Yamashita, tienen varios objetivos. Por una parte, dar al organismo un descanso y ayudar a su depuración, regeneración y renovación, lo que se percibe, finalizada su práctica, como una agradable sensación de vitalidad y de energías renovadas.

Por otro lado, el cese voluntario de la ingesta de alimentos, pone a prueba el espíritu y aguante del practicante, lo que permite aproximarse al auto-conocimiento, convirtiéndose, en alguna ocasión, en una dura prueba. De este modo, el tiempo de ayuno facilita la meditación e introspección, permitiendo sentir aspectos sutiles de la práctica del Karate, dirigiéndola, así, más allá de la técnica.

Durante el ayuno, se tiene tiempo suficiente de pensar y desacelerar el ritmo “normal” al que nos hemos acostumbrado, aún cuando se sigue trabajando y practicando como cualquier otro día, acabando por convertirse siempre en alguna enseñanza.

El domingo acudiré puntual a mi cita con el ayuno. De aquello que descubra contaré lo que se pueda. En este, como en la mayoría de casos, cada uno ha de encontrar su propia enseñanza.

Parafraseando a Joaquín Sabina, “tenemos el lujo de no tener hambre”, al menos esta no deberíamos olvidarla.