Muchos de nosotros nos formamos desde niños en diferentes Dojo herederos de una larga tradición, aprendimos su etiqueta, sus normas, códigos, forjamos nuestro espíritu motivados por sus valores, su sacrifio, su abnegación, su desapego bien entendido, aprendimos sus términos, construimos nuestro karate desde la primera posición, la de saludo y muestra de respeto, aprendimos que hay que hacer más y hablar menos, nos tragamos nuestras quejas, nuestros miedos, llevamos nuestros cuerpos al límite y comprobamos que éste quedaba aún lejos, utilizamos lo aprendido como guía para nuestras vidas, crecimos y superamos difíciles pruebas, encajamos los golpes como solo ellos saben hacer, compartimos su cultura, tuvimos la suerte de pasear por sus calles, nos enamoró su respeto, su sencillez, su humildad, bebimos sake y brindamos juntos, sus maestros fueron y son nuestra guía, pero sobre todo aprendimos que para poder con Japón hace falta algo más que terremotos y tsunamis. Si tú también aprendiste de Japón que tendrán que partirnos si quieren doblarnos, y ello te ayudó cada día de tu vida, ahora tienes la oportunidad de devolver una milésima parte de lo que nos han dado, sería la mejor forma de que nuestro saludo diario al Kamiza realmente tenga sentido