Aunque para el neófito, la diferencia entre un estilo u otro pueda ser cuestión de pequeñas variaciones en la altura de las posiciones, la zona del puño con la que se golpea, o los cambios realizados al antojo de uno u otro maestro durante la transmisión, y no sea difícil ejercitarse en varias escuelas, pues al fin y al cabo y como se suele decir “todo es Karate”, existen aspectos profundos, ,internos, o de base, que diferencian profundamente el Uechi-ryu de otras formas de hacer Karate.
Estoy seguro que, para entender de lo que hablo, es necesario no solo visualizar la ejecución de nuestras formas, sino, además, practicarlas con una determinada mentalidad, buscando esas sutiles diferencias, y no con la mera costumbre moderna de añadir técnicas al currículum.
Además, como en cualquier escuela, existen multitud de practicantes y, como reza la presentación de la página web de Kuno Shihan, “nuestro estilo tampoco se ha librado”, refiriéndose a los cambios respecto al concepto original, a esos aspectos a los que hago referencia como sutiles, pero que diferencian realmente a un practicante de Uechi-ryu de otro que se limita a imitar sus gestos.
Pequeños detalles, añadidos como efectos de la moda y sin reflexión, careciendo del enfoque mental de hacer algo verdaderamente único, confrontan radicalmente con los principios de nuestro sistema y no son difíciles de encontrar en practicantes que, tal vez sin saberlo, podrán pasar años practicando duramente, pero practicando mal. Tal vez, como suelo oír aunque yo discrepo, “todo es Karate”, pero hay una cosa de la que sí estoy seguro, y es que todo no es Uechi-ryu.
Hay diferentes detalles que podrían servirme como ejemplo en esta entrada, pero hay uno concreto que creo merece la pena comentar, y éste es el uso de Kiai.
Hoy, que Uechi-ryu se ha convertido en un estilo popular, y que ha dejado de ser desconocido para muchos practicantes, no es difícil encontrar ejecuciones con “desgarradores gritos de guerra”.
A simple vista, y volviendo al tema de la mirada de un neófito, la ejecución técnica puede parecer que no deja de ser Uechi-ryu, a la que se le ha añadido un simple grito, como en otros estilos, y si todo es Karate por qué no hacerlo.
La razón de no hacerlo es bien sencilla, Uechi-ryu no tiene ni ha tenido nunca Kiai, pero no por un capricho, nuestra peculiar respiración, eje fundamental del trabajo que, aunque diferente, en otras escuelas se ha venido a denominar “camisa de hierro”, requiere de la apnea y presencia de aliento interno durante la ejecución de la técnica, sin entrar a dar más explicaciones, y solo con estas palabras, ahora cualquier lector entenderá rápidamente lo que pasa si soltamos el aire, más aún con un fuerte grito, con nuestro trabajo interno-externo. Sencillamente que no existiría, no habría nada en el interior, solo fachada, y cuando hay solo fachada no hay Uechi-ryu, guste o no.
Desconozco el origen del Kiai en el Karate, aunque apostaría que no estará demasiado lejano a los intercambios de Karateka de Okinawa con las artes marciales de Japón Central. Aún sin saberlo, no escondo que no soy partidario de dar gritos en un combate, sean las razones que sean, liberar energía, o como he oído en alguna ocasión asustar al contrario (me gustaría ver a un entrenado y aguerrido combatiente asustado por el grito de su rival). Me producen pesar las ejecuciones teatrales de Kata, en los que el ejecutante parece estar poseído por el espíritu de Tutankamón o, incluso, realizando una danza de guerra polinesia, sé que es peligroso dedicar una práctica, encaminada a conservar la vida, al circo, y sé que es difícil conservar el estilo y salvarlo de las influencias externas y confusiones que, volviendo a las palabras de Kuno Shihan, “repercute negativamente en el futuro del Uechi-ryu”.